21 de junio de 2010

SILENCIO


Vivir el silencio como virtud nos ayudará a crecer en las otras virtudes. En un mundo globalizado, auxiliado por la tecnología, la comunicación se convierte en un arma poderosa para el hombre de hoy, y también necesaria para su desarrollo integral. Pero ¿Cuándo detenernos? ¿Cómo descubrir lo que se debe decir y en qué momento? Con todos estos avances a nuestra disposición, ¿hemos aprendido a escuchar? Los cristianos si no sabemos escuchar, si no aprendemos a hacer silencio, no podemos avanzar en el crecimiento espiritual-humano. Dios es comunicación, habla al hombre. Jesús es el verbo hecho carne, Jesús es la palabra del Padre. Esa palabra necesita un oído de discípulo para ser acogida y producir la fe en el corazón del hombre. El silencio es un centinela que guarda nuestra boca de decir todo aquello que pueda herir y destruir. Nos ayuda a contemplar, permite que sea Dios el que hable en nosotros y a escucharlo cuando habla en el otro. En María descubrimos la experiencia del silencio como entrega total y confianza en el Señor, ella cedió la palabra a Dios, escuchó, contempló y se hizo su esclava. María ante los misterios propios y los de su Hijo tuvo pocas palabras, sólo contempló y dejó que Dios continuara escribiendo la historia de la salvación. Vivamos el silencio como encuentro con Dios y el hermano, como signo de madurez, de servicio, como actitud que nos permite ser instrumentos en las manos de aquel que hace obras grandes en nosotros.

UN ABRAZO Y MI BENDICIÓN

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