Ciudad Guayana 4 de diciembre de 2012
Queridos
hermanos, queridos amigos,
Con estas
dos palabras, “fraternidad” y “amistad”, quiero expresarles el profundo sentido de mi venida entre
ustedes como Obispo Auxiliar de Maracaibo por mandato del Santo Padre Benedicto
XVI.
Les confieso
que frente a esta noticia mi primera reacción fue la de ponerme frente al
Sagrario, sin decir nada, trastornado, confundido, tal vez perplejo, pero al
mismo tiempo decidido a ponerme en Manos de Dios y acoger Su Voluntad. Estoy agradecido con el Señor porque continúa
teniendo confianza en mí y porque es Él quien guía la Iglesia y conduce la
historia personal de cada uno de nosotros.
Me hice cura para servir a la Iglesia, siempre listo a ir donde el Señor
lo disponga, con la plena convicción que ello es lo mejor para la Iglesia y
para mí.
Provengo de una familia numerosa y humilde. Disfruto de la bendición de
tener aún a mis padres, tengo 10 hermanos. Mi padre trabajó por 35 años en una
empresa básica de acá y pudo, con mucho sacrificio y abnegación, formar
profesionalmente a sus hijos. Mi madre siempre se dedicó a los quehaceres del
hogar. De ellos aprendí y todavía hoy
aprendo, la humildad, el trabajo silencioso y desinteresado, la solidaridad con
los más necesitados, la fe de los sencillos y puros de corazón.
Dejo Ciudad Guayana donde nací y me formé,
tierra bendecida por Dios con una gran cantidad de recursos naturales. Tierra
que ha acogido y acoge a personas de todos los lugares de Venezuela: contamos
con la presencia de un grupo nutrido de Zulianos con quienes celebramos cada 18
de Noviembre la solemnidad de “La Chinita”. Tierra que visitó el Beato Juan
Pablo II de cuyas manos tuve el privilegio de recibir la comunión, cuando aún
era muy joven y con inquietud vocacional.
Tierra a la cual he servido
durante 21 años como sacerdote. De
aquella tierra me llevo tantos bellos recuerdos de sacerdotes y laicos con
quienes he caminado, construido, proyectado y soñado quizás, una Iglesia con un
rostro bello, capaz de anunciar el Evangelio.
Con gran optimismo y serenidad me dispongo ahora
llegar a la Arquidiócesis de Maracaibo, rica de recursos humanos y
espirituales.
En espera de
iniciar nuestro común camino, quisiera llegar a todos ustedes con mis saludos, a los sacerdotes, los primeros
colaboradores del Ministerio del Obispo. A ellos quiero dedicar mis atenciones
y mis cuidados más profundos. Los saludo
uno a uno, en modo particular a los miembros de la Curia Arquidiocesana, los
párrocos, los sacerdotes misioneros y todos aquellos que espero conocer pronto
uno a uno. Oro desde ya por los sacerdotes ancianos, por
aquellos enfermos, por aquellos que se sienten particularmente solos; a
los diáconos, a los seminaristas;
a los religiosos y religiosas que
con el don de su carisma construyen la Iglesia; a los colaboradores de los
sacerdotes en las diferentes parroquias,
los laicos comprometidos en
los diferentes ámbitos de las Pastorales, asociaciones laicales y en el
voluntariado; y a toda la comunidad en
general que conforma la Arquidiócesis de Maracaibo
Saludo
además a todas las autoridades civiles, políticas y militares a las cuales,
desde ahora, les expreso mi disponibilidad a colaborar provechosamente para la
construcción de una sociedad más justa y buena.
Vengo como
amigo. Vengo para cada hombre y para
cada mujer. Con el más absoluto respeto de la libertad de
conciencia de cada uno, humilde y firmemente deseo ser servidor de todos. Pienso en los
jóvenes que buscan un sentido definitivo
y fuerte para sus vidas. En las
familias. También en aquellos que por
diversas razones viven solos. Pienso en
los ancianos. En aquellos que buscan
trabajo o que lo han perdido. Pienso en
los enfermos, en los pobres, en los encarcelados. Quisiera que a todos llegase
mi estímulo y la bendición de Dios.
Saludo con
respeto y afecto a los hermanos en la fe cristiana que no pertenecen a la
Iglesia Católica; a todos los creyentes en el Único Dios, y también a aquellos
que no profesan ninguna fe y no se reconocen en ninguna religión. De todos me siento compañero de viaje y a
todos quisiera poder ofrecerles lo que me ha sido donado y recibir de ellos, a
su vez, sus dones espirituales.
Mi
celebración eucarística y la oración de cada día llevan consigo estos rostros
aún no conocidos.
Confiando en las
palabras de San Tomás “A los que Dios
elige para algo, los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello”,
iniciaré mi ministerio episcopal al lado de Monseñor Ubaldo Santana y con la
ayuda de ustedes. Les pido desde ahora me encomienden en sus oraciones para llegar
ser verdaderamente servidor a su fe. El
ideal es alto. Pero cuento con la gracia que me otorga el sacramento, mi buena
disposición y la ayuda de todos ustedes.
A Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, “La Chinita”, amada y venerada por nuestro
pueblo, encomendamos nuestra Iglesia y toda la sociedad marabina con sus
Instituciones; encomendamos nuestro camino; a Ella le pedimos nos tome de la
mano para volvernos fuertes en la Fe, firmes en la Esperanza, arraigados en la
Caridad.
Con sincero y fraterno afecto, a todos bendigo
en el Nombre de Jesús
+ Ángel Caraballo F.
Obispo Auxiliar electo de
Maracaibo