27 de julio de 2010

SER SANTOS O NO SER SANTOS, HE ALLÍ EL DILEMA



La santidad es una vocación, y entendemos por vocación, concretamente, un llamado. La santidad en el A.T. está explicada por la palabra hebrea kadosch, lo que está o quien está separado de lo profano para estar al servicio de Dios. Entonces el deseo de santidad va acompañado por el esfuerzo constante de rechazar todo aquello que nos separa de Dios.
Yahveh dice a través de Moisés: Habla a toda la comunidad de los israelitas y diles: Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo. (Lv 19,2)... dice a toda la comunidad, es un llamado para todos, una invitación generosa de su parte a participar de su santidad. Lo más interesante es que nos da las herramientas para lograrlo, sólo falta disposición de nuestra parte, enamorarnos de ese proyecto, unir nuestro corazón al de él. Podemos decir que toda la Biblia reseña ese deseo de Dios, ser santos.
Nos alegramos que sea una vocación, es decir, un llamado, un llamado para todos. Jesús, dirigiéndose a los discípulos en el sermón del monte lo muestra como una exigencia: Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5, 48). Este llamado no es para un grupo privilegiado, o reducido, o sólo para el grupo de los doce, es para todos porque ese es el motivo de nuestro discipulado ser santos, es decir, estar separados de lo profano (lo que no respeta lo sagrado, el desenfreno y exceso, lo que no guarda la compostura), si no es así, ¿para qué seguimos a Jesús?
¡Que fácil es ser santo! Se trata de vivir las cosas cotidianas, las tareas diarias, de una manera diferente, lo ordinario de forma extraordinario. Como dijo Jesús a los discípulos: Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.(Lc 6, 33-35)
He allí la fórmula que Jesús nos presenta. Cada día coloquemos un ladrillo a este edificio, haz bien las tareas diarias pensando siempre que todo es para el Señor y para el servicio de los hermanos.
Ser santos, un reto que los cristianos de hoy aceptamos con entusiasmo y con el sacrificio que el implica.

un abrazo y mi bendición

2 comentarios:

ARCENDO dijo...

Gran post, siempre sugiriendo esperanzas de eternidad. Gracias por todo, querido padre.
Por cierto, el cambio de nombre es... GENIAAAAL.
Abrazos.

LAH dijo...

Vengo por vez primera y como me ha gustado volveré!
La Paz