22 de noviembre de 2011

LEPANTO





LEPANTO

1 de octubre de 2010
Parroquia Nuestra Señora del Rosario
En el día de la bajada de la imagen

En la época del papa pío V (1566-1572), los musulmanes controlaban el mar mediterráneo y preparaban la invasión de Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y no parecían darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. El 17 de septiembre de 1569 pidió que se rezara el santo rosario. Por fin en 1571 se estableció una liga para la defensa de Europa. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las flotas cristianas y musulmanas en el golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los estados papales, de Venecia, Génova y España y comandada por don Juan de Austria, entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el santo rosario con devoción.la batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde, pero al final, los cristianos resultaron victoriosos.
En Roma, el Papa se hallaba recitando el rosario en cuanto se había logrado la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre. El Papa salió de su capilla y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la santísima Virgen había otorgado la victoria. Semanas más tarde llegó el mensaje de la victoria por parte de don Juan, quien desde un principio, le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de nuestra Señora de las Victorias y agregó a las letanías de la Santísima Virgen el título de auxilio de los cristianos. Más adelante, el Papa Gregorio III cambió la fiesta por Nuestra Señora del Rosario.
Queridos hermanos, Lepanto no es solo un lugar, es una experiencia de fe, es un momento donde Dios pasa con su acción poderosa a través de la llena de gracia, Nuestra Señora del Rosario, derrotando a los enemigos de los que hacen el bien, de los que confían en él y nunca pierden la esperanza.
A muchas batallas nos enfrentamos los cristianos en el transcurso de nuestras vidas, pero no estamos solos, contamos con el auxilio del poderoso Dios de nuestro pueblo que ha vencido la muerte y Resucitó victorioso, y de su Madre amorosa, nuestra madre, llena de ternura, que nos cuida asumiendo la misión que Jesús le encargó: mujer he ahí a tu hijo, y desde ese día el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19,27)
Hermanos tenemos que revestirnos de las armas de la fe y estar siempre junto a Jesús porque es la única manera de vencer el mal. Muchas veces vemos a nuestros enemigos más grandes de lo que son como en la batalla de Lepanto, en la cual el enemigo era superior a los cristianos, de verdad que inspiraban miedo pero no se echaban atrás, pelearon como lo tenemos que hacer nosotros en las tentaciones, ellos tomaron sus armas y se enfrentaron a los poderosos, porque estaban seguros que Jesús sería su refugio y su escudo, además, María estaba allí como en las bodas de caná de Galilea. Muchos de nosotros podrán pensar que no pueden salir de algún vicio que los ha atrapado, otros que no podarán vivir la fidelidad en el matrimonio a causa de la sensualidad descontrolada o experimentar la fe profundamente en medio de las dificultades…hermanos si podemos, con Jesús todo es posible, como dice María, el poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo (Lc 1, 49). Tomemos nuestras armas espirituales y luchemos contra el enemigo de nuestro tiempo:
• El egoísmo que nos ciega y no nos permite ver la necesidad del hermano, que nos eleva como un ídolo y que borra de nuestros corazones las palabras compartir, dar, generosidad.
• La violencia que destruye la paz y la armonía, dispersa a la familia, le hace perder el respeto y la llena de temor.
• El consumismo que nos traslada del ser al tener, de lo espiritual a lo puramente material, de lo familiar a lo individual, nos coloca en una competencia desmedida y al uso de las personas como simples instrumentos.
• Una tecnología buena y avanzada, pero sin el uso correcto, nos destruye, despersonaliza y nos arrastra a lo superficial, redes sociales que nos conectan con el mundo y con las ideas, pero no con el corazón del hombre, ni con la verdadera amistad. Cualquier persona puede ser llamado amigo, aunque muchas veces ni siquiera le vemos el rostro y nos impide profundizar en algo tan esencial como son las relaciones interpersonales. Miles de páginas llenas de basura que desorientan el don de la sexualidad dado por Dios, en especial a los niños y adolescentes, pero también a muchos adultos.
• El mal uso de los bienes. En muchas oportunidades los convertimos en fines, cuando el único y verdadero fin de nuestras vidas es Dios.
Todo esto puede ser transformado desde la fe y la oración. Mientras unos cristianos luchaban en Lepanto, otros rezaban el rosario. Vencieron con la oración, más que con las armas. Esto quiere decir que la oración si es efectiva cuando se hace con fe y esperanza, que el rosario que rezamos a diario Dios les escucha a través de la Virgen, con esa oración podemos vencer en el nombre de Jesús.
Hoy bajamos la imagen de Nuestra Señora del Rosario, no es otro acto de estas actividades, es un acto de piedad. Un momento sencillo pero profundo con el cual le decimos a María: ven con nosotros al caminar. Ella desea estar cerca de su pueblo porque nos ama. Hoy baja hasta nuestra familia, a nuestro corazón, recibámosla con alegría, con esperanza, incluso repitamos las palabras de santa Isabel cuando fue visitada por ella: como he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor (Lc 1,43). Consagremos nuestras familias, trabajo, estudio, todo lo que somos y tenemos. Digamos María todo es tuyo, todo lo mío es tuyo, mi vida y mi corazón, mis pensamientos y sentimientos, mis lágrimas y alegría, mi salud y enfermedad. María todo es tuyo.
María gracias por tu generosidad y entrega, por tu amor, por darnos a Jesús. Gracias porque en Lepanto intercediste para que ganáramos la batalla, intercede por nosotros en nuestras batallas diarias porque queremos vencer la adversidad, escucha siempre nuestros ruegos. Amén
¡Que viva nuestra Madre! ¡Que viva María!

Pbro. José Gregorio Pineda Morillo

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